Bee Movie
La maldición de los recursos naturales y una película para ver en familia
Alerta de spoiler
Este artículo trata sobre desarrollo económico, y –particularmente- sobre la maldición de los recursos naturales.
Bee Movie es una película estrenada en 2007, que narra la historia de vida de Barry Benson, un abejorro recién salido de la universidad Hexagon Honex Industries y que, como todo egresado, se encuentra altamente capacitado para hacer carrera en la industria de la miel. En la historia, Barry descubre que en el mundo exterior al panal, los humanos venden la miel, haciendo negocio con algo que de por si no es suyo; tras lo cual se decide a llevar a cabo una investigación.
Es así como llega a la Granja Melosa, donde se practica apicultura atontando a las abejas con un humificador para quitarles el producto. Tras el descubrimiento, decide con la ayuda de Vanessa, una nueva amiga humana, demandar a los humanos por la venta del jarabe. Gana el juicio, y consigue que los humanos les tengan que devolver toda la miel robada a las abejas.
Los conflictos legales y económicos muchas veces son utilizados por los guionistas para elaborar la trama principal de sus historias. Aunque rara vez la historia principal aborda únicamente este tipo de tópicos, se utilizan como parte fundamental del conflicto. Tal es así que la idea de un antiguo economista puede ser apropiada por Barry para resolver un dilema que parecía complejo. Lo que se presenta como una originalidad, no es más que un remake de una vieja teoría que, como es usual, suele estar simplificada al extremo y presenta una visión parcial del asunto.
En este caso, el problema central de la película radica en que, al tener un exceso de miel, las abejas dejan de producir. El shock positivo, trae consecuencias desastrosas para el medio ambiente y las personas; pero también para las abejas, que se vuelven gordas, perezosas, se aburren y pasan a tener vidas sin sentido.
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De cuando el niño se calmó mirando una película; y de cómo nos quedamos a su lado, viéndola
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El lector ya se preguntará ¿qué tiene que ver todo lo anterior con la economía?
Bueno, para aquellos niños que tienen la fortuna (o la desgracia) de tener un pariente y/o tutor economista, la película presenta un guiño muy claro a un problema que tienen en común los países latinoamericanos, el que suele denominarse: la Maldición de los Recursos Naturales, o bien, Enfermedad Holandesa.
En rigor, son dos conceptos distintos, pero tienen en común que intentan explicar por qué aquellos países que reciben mejores recursos “como caídos del cielo”, en el largo plazo progresan menos. Quizás el ejemplo más contundente de este fenómeno en la historia, sea la situación de España tras el descubrimiento de América. Mientras la corona se beneficiaba de la extracción de plata en las colonias, el núcleo de desarrollo de la segunda expansión de la civilización occidental se irradiaba desde Inglaterra, desde 1440 a 1690.
En la película sucede algo similar: cuando a las abejas les llueve riqueza como nunca antes en la vida del panal, es decir, son provistas de la nada con un importante stock de miel, su economía se estanca. Existen muchas teorías con justificaciones distintas que tratan de explicar por qué sucede este fenómeno.
La que ajusta más a la historia de la película tiene que ver con una de las tantísimas versiones de la maldición de recursos naturales. La misma explica que los pueblos que son bendecidos por recursos naturales tienden a esforzarse menos, porque no lo necesitan. Esto termina afectando su cultura y los lleva al atraso tecnológico. A la larga, la historia termina en atraso económico, dado que mientras que los demás mejoran, ellos se estancan.
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Pero la teoría más interesante es sin dudas la de la enfermedad holandesa. Un concepto mucho menos obvio y con un impacto que no es de tan largo plazo. Este concepto toma el nombre de un curioso hecho observado en Holanda, y que el economista argentino Marcelo Diamand había notado con anterioridad a la difusión de uso masivo con ese nombre; pero que pasó desapercibido por un tiempo, dado que los escritos en español son poco accesibles al mainstream económico.
Al comienzo de los años 60’, en los Países Bajos se descubrieron importantes reservas de gas, lo que llevó rápidamente a la explotación de este recurso y la posterior entrada de divisas. Sin embargo, lo que prometía grandes posibilidades de desarrollo para la economía terminó generando una menor actividad industrial. El aumento en las exportaciones, llevó a que el tipo de cambio se apreciara, reduciendo la competitividad del conjunto de la economía.
Visto de otra forma, mayores ingresos por las exportaciones de gas incrementaron la demanda de servicios internos y motivaron una mayor demanda de trabajo de los sectores no transables (y del sector productor de hidrocarburos, obviamente). Como consecuencia, aumentó el costo salarial de la industria y a la misma le resultó más difícil competir en el mercado internacional.
El efecto es muy interesante: la industria sigue siendo igual de productiva que siempre, pero ya no puede competir. ¿Por qué? Porque aparece un sector aún más productivo que compite por sus recursos. Algo similar ocurre en las economías latinoamericanas. La enorme productividad del sector primario debido a la tierra fértil de nuestro continente genera grandes ingresos de divisas, aprecia el tipo de cambio y resta competitividad a la industria. Así, para la industria de los países con más recursos naturales se vuelve muy difícil competir por costos.
Soluciones para este tipo de problemas se ha explorado de varias formas. La implementación de derechos de exportación a los recursos más productivos (o directamente su nacionalización) es una de ellas. Sin embargo, como bien advierte Bresser Pereira (2008), para que estos sean realmente efectivos es necesario que los recursos que obtiene el estado no sean gastados inmediatamente. Si esta no fuera la forma, es el gobierno mismo el que terminaría impulsando una apreciación de la moneda.
Otra opción es invertir estos recursos caídos del cielo en algún tipo de fondo de estabilización, como hace actualmente Noruega desde el descubrimiento de petróleo en el Mar del Norte. Sin embargo… no queda claro qué debe hacerse posteriormente con esos fondos acumulados (La historia de Barry Benson, tampoco parece aportar pistas para encontrar la solución).
El problema de enfermedad holandesa ha despertado la atención de los economistas latinoamericanos, dado que es una explicación factible de los problemas que la región ha encontrado para impulsar el desarrollo industrial. En el caso de países como Japón o Corea, que no poseen recursos naturales significativos, el tipo de cambio se ajusta al nivel de productividad de la industria.
En cambio, en nuestras economías agro-exportadoras, el tipo de cambio que equilibra la entrada y salida de divisas es relativamente menor al del resto de la economía, ya que las exportaciones primarias proveen una entrada significativa de dólares. Así, incluso si tuviéramos la misma empresa, con el mismo tamaño y los mismos empleados que en Corea, la misma no podría competir, porque los costos valuados en dólares serían demasiado elevados.
Sin embargo, un punto que suele estar ausente en las discusiones de aula, o incluso en los medios periodísticos es la siguiente; ¿para qué buscaríamos solucionar la enfermedad holandesa? Al fin y al cabo, el problema se genera porque los salarios en dólares son demasiado elevados. Pero, ¿por qué querríamos solucionar eso?
Hay variadas respuestas, pero todas se basan en algún argumento que explica que lo que es bueno en el corto plazo, no lo es en el largo. La mayoría de los economistas concuerdan en que alguna medida contra la enfermedad debe ser tomada cuando la apreciación es temporal. Por ejemplo, si de repente el precio de un commoditie sube a niveles exorbitantes, puede no ser una gran idea permitir que suban los salarios hasta desarmar la industria. Si los precios bajan en un futuro, nos quedaremos sin ambas fuentes de ingresos, y todos sabemos que una empresa que se funde no se reconstruye de la noche a la mañana.
Esta teoría puede ser aplicable a la economía de las abejas. Recibieron un ingreso de capital (miel) de una sola vez, la que -por el momento- sobra, pero no se repetirá en el futuro. ¿Qué ocurrirá después de dos generaciones de abejas que no salen a juntar miel?
Algunos economistas van más allá y abogan por atacar el problema, incluso cuando no se trata de algo temporal. Esto es porque creen que las actividades restantes de la economía tienen alguna condición especial que hará que tengan un mayor potencial de crecimiento en el largo plazo. Hay muchas formas de justificarlo, pero quien quiera hacer un argumento para remediar a la enfermedad holandesa, debería dejar en claro bajo que fundamento. Por ejemplo: ¿se cree que los precios de las commodities mostrarán una tendencia negativa en el tiempo? ¿O que los sectores perjudicados presentan algún tipo de externalidad que hará crecer la productividad?
En este sentido, los argumentos a favor de la necesidad indispensable de un desarrollo industrial, han caído en una simplificación al extremo. En el contexto actual, la industria que busque ser competitiva en producto-calidad, probablemente sea una intensiva en tecnología y capital, y no en empleos de carácter masivo. Por otro lado, una industria que busque ser competitiva en precios e intensiva en trabajo, difícilmente pueda competir con economías de bajo costo laboral, debido a la desprotección que tienen los trabajadores extranjeros en materia de derechos. Si éste es el contexto general, la argumentación no debería darse como simplificada, u obvia.
Al respecto, la obra de Reinert (2002) arroja luz sobre las implicancias de este dilema. En la misma, se explica por qué en el largo plazo puede ser mejor apostar por algunas actividades que por otras. Como contracara, deja en claro cuáles son los costos a asumir en materia de productividad para un país, cuando se protegen industrias que tienen todas las características de cualquier commoditie y que no generan beneficios adicionales en el largo plazo: si esto es lo que se promueve, se estaría resignando salario actual… por nada. Por supuesto, el dilema persevera, ¿qué hacer con el trabajo, sobre todo el no-calificado? Pero entiéndase, el mismo debe evaluarse a la luz de un análisis, no de un enunciado simplificado al extremo.
Como se ha podido ver, tanto en economía, como en la película, existen muchos motivos por los cuales una “bendición” de recursos naturales puede terminar de hecho perjudicando al país. Superficialmente, se presentan como una paradoja, como cuando nos resulta difícil de entender cómo un país con tantos recursos como la Argentina, puede tener hambre o pobreza. Los conceptos de maldición de recursos naturales y enfermedad holandesa, pueden echar un poco de luz sobre este asunto.
Por supuesto que entender las causas de un fenómeno económico, no implica su justificación, ni mucho menos la normalización del mismo. Todo lo contrario, permite tener un diagnóstico de un problema complejo, bastante más difícil de solucionar de lo que parece, y en donde incluso el remedio –por mas bienintencionado que sea- puede incluso terminar siendo peor que la enfermedad.
.Para saber más
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- Bresser Pereira (2008). “La enfermedad holandesa y su neutralización, un acercamiento ricardiano” [Link]
- Diamand (1972). “La estructura productiva desequilibrada Argentina y el tipo de cambio”; Desarrollo Económico, No 45, pp. 25-47 [Link]
- Reinert (2002). “El rol de la tecnología en la creación de países ricos y pobres: el subdesarrollo en un sistema schumpeteriano” [Link]
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