Niño Pelota | Observatorio
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Agregado por el 20 20-03:00 abril 20-03:00 2016 en Destacados, Puente académico | 0 comments

Niño Pelota

Niño Pelota

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Por Germán Tessmer
@Gerkandar

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Un grupo de chicos juega a la pelota en la calle. En el forcejeo, uno de los niños despeja el balón con tanta fuerza y mala suerte, que va directo a romper uno de los mayores ventanales de la escuela del pueblo. Inquietos por el estruendo, un grupo de vecinos acude al lugar y, como no podía ser de otra forma, reprende duramente al niño por haber destruido el ventanal. El fútbol es una buena costumbre, pero mantener los vidrios sin romperse, también. Las palabras se multiplican, los más opinan que no debería permitirse a los chicos jugar con la pelota en la calle. Incluso uno de los maestros de la escuela, quien vivía en las cercanías, sugiere que el mismo colegio debería aplicarle un castigo ejemplar.

Sin embargo, un anciano que estaba escuchando argumenta: “No entiendo por qué quieren castigar al niño. Más bien deberían  premiarlo, ya que lo que hizo los beneficiará a todos ustedes”. Los presentes dudan, pero se disponen a escuchar sus explicaciones, más por respeto que por convencimiento. El hombre explica. “Seguramente la escuela necesitará componer rápidamente este ventanal, arreglo que deberá ser pagado por el padre del niño. Esto generará un beneficio para el vidriero, que seguramente ganará unos buenos pesos por el trabajo.

Pero a su vez, el vidriero podrá utilizar ese dinero para pintar su casa por ejemplo, porque todos pasamos por allí y nos damos cuenta que le falta una mano de pintura. Eso probablemente lo beneficiaría particularmente a usted señor José, que es pintor”. Dijo señalando a un hombre de cabello castaño que estaba al fondo del grupo de personas que estaba reclamándole el daño al niño. “Estimo que no le vendría mal poder realizar ese trabajo”.

“Pero eso no acaba allí. Usted tendría entonces la posibilidad de usar este dinero para invitar a cenar a su mujer, doña Celia. Probablemente con esta plata le alcanzaría para ir a cenar al Restaurant de Luigi, por ejemplo.” Dijo, mientras señaló a Luis, quien también estaba entre la multitud y era el dueño del restaurante.

“Y usted a su vez, Luis, podría utilizar ese dinero para sus gastos generales, que si no me equivoco realiza en el almacén de la señorita Laura”. Y volvió a señalar a una de las mujeres que estaba entre el público presente. “Las mayores ventas beneficiarán tanto a sus proveedores como a usted misma, que podrá, por ejemplo, comprar mejores útiles escolares para su hijo que está comenzando primer grado el año entrante. Y por supuesto, esto beneficiará al dueño de la librería escolar, que a su vez gastará también sus ingresos como él decida”.

“Como ven, esto niño no ha hecho nada malo, por el contrario, con su acción ha impulsado la economía de nuestro pueblo, generando mayores ingresos para todos nosotros. Y a la larga generando también más empleo, dado que muchos de estos productos que mencionamos son fabricados localmente”. De esta forma, los presentes coincidieron con el anciano y dejaron en paz al niño, convencidos de que había sido una suerte que los muchachos decidieran jugar al fútbol justo en ese lugar.

Ahora bien, ¿realmente es así? Porque seguramente la intuición de muchos les estará diciendo que debería reprenderse al niño. Sin embargo, el anciano dio unos argumentos muy convincentes. Pensemos ahora este tema en términos económicos. Las preguntas que podríamos hacernos son las siguientes:

  • ¿Qué supuestos deben cumplirse para que el anciano tenga razón?
  • ¿En qué caso el efecto representa un aumento de precios?
  • ¿En qué caso no hay ningún impacto en la economía?
  • ¿En qué casos no hay un impacto inmediato en la economía, aunque sí puede haber un impacto negativo en el mediano o largo plazo?

 

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Ese concepto tan mentado, al que llamamos multiplicador keynesiano

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El texto original pretende explicar un concepto muy conocido en la literatura económica: el de multiplicador keynesiano. El mismo, demuestra como un aumento del gasto en una economía lleva a un incremento más que proporcional en la renta nacional. La explicación que da el anciano es bastante clara al respecto, pero podemos –y debemos- incrementar su nivel de tecnicismo.

En el modelo keynesiano, los empresarios responden vendiendo todos los productos necesarios para hacer frente a la demanda. El aumento de la demanda es atendido -en un primer momento- por una liquidación de stocks. Una vez que estos comienzan a reducirse, los empresarios querrán reponer el nivel de stock deseado, aumentando la producción. Así, en el mercado de bienes, los desequilibrios entre la oferta y la demanda se cierran a partir de la respuesta de los empresarios, que incrementan la producción. A su vez, al aumentar la producción se incrementa el ingreso, lo cual lleva a un mayor ingreso disponible en las familias. Pero la historia no termina ahí. Una proporción del nuevo ingreso es utilizado para el consumo, lo cual conlleva a un nuevo incremento en la demanda agregada, que nuevamente va a disminuir los stocks y provocará un ajuste de producción.

Pongamos números a lo anterior. Supongamos un gasto inicial de $1000 y que -en promedio- las familias gastan el 80% de sus ingresos en consumo. El incremento del gasto lleva a un aumento en la demanda agregada de la misma magnitud, lo que hace que los empresarios incrementen en $1000 su producción. Ahora bien, asimismo esto representa un ingreso adicional de $1000 para las familias, que consumen el 80% del mismo. Es decir, el consumo aumenta en $800 por el nuevo ingreso, generando un nuevo aumento de la demanda agregada. Otra vez, la demanda de bienes supera a su oferta, generando disminución en los stocks, y una respuesta de los empresarios en incrementar por $800 la oferta. Esto representa un nuevo incremento del ingreso en esa magnitud, del que las familias consumirán el 80%, es decir $640.

 ¿Qué tan grande es el efecto multiplicador? Podemos ver que la cadena de aumentos sigue la fórmula:

Despejando, el efecto final termina siendo:

Un poco de matemática les permitirá notar que mientras mayor proporción de su ingreso consuman las familias, mayor será el aumento final sobre la producción.

El concepto del multiplicador fue muy utilizado para justificar aumentos del gasto público durante épocas de crisis. Esta explicación fue dada por John Maynard Keynes (1883 – 1946) para mostrar que una intervención estatal multiplicaría el impacto en la actividad. Asimismo, la aplicación de éste tipo de políticas, ayudaría a sacar a la economía norteamericana de la crisis iniciada en 1929. También vale aclarar, que estas fueron puestas en marcha con anterioridad a la publicación del trabajo de Keynes.

Pero antes de continuar, es interesante hacer notar que el aumento del gasto es enteramente financiado por el ahorro. Es decir, un aumento del gasto (sea consumo, inversión privada o gasto público) es financiado por un incremento en el ahorro (privado o público). De ahí es que, en los modelos keynesianos, “la inversión crea su propio ahorro”.

 

¿Qué supuestos deben cumplirse para que el anciano tenga razón?

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Los supuestos que deben cumplirse para que el accionar del niño efectivamente impulse la economía son los siguientes.

• Debe existir desempleo en la economía. En este caso en particular, por ejemplo, el vidriero debe tener tiempo libre para realizar el trabajo que se le encomienda. Lo mismo aplica para el pintor, y para cualquier otro agente. A su vez, las empresas que fabrican los bienes que se compran en el almacén y la librería deben contar con capacidad ociosa suficiente como para incrementar la producción.

• El padre del niño debe efectivamente aumentar su gasto total para pagar el vidrio roto. Si simplemente deja de comprar algunas cosas para gastar en el arreglo del vidrio, podría pensarse que el efecto neto sería nulo. Es decir, ocurriría una redistribución en los objetos del gasto, pero sin un aumento del mismo.

• Incluso si el padre del niño ahorrara parte de su ingreso y después de este acontecimiento incrementara su gasto total, para asegurar que el impacto en la economía sea positivo, debe evaluarse cómo fue ahorrado dicho dinero con anterioridad. En particular, necesitaríamos suponer que lo guarda en una media o abajo del colchón, de manera de asegurar que el impacto sea positivo. En cambio, si el ahorro se encontrara depositado en un banco, no es necesariamente cierto que el nivel de actividad crezca.

 

Derribando supuestos: ¿Qué sucedería si no hubiera desempleo en la economía?

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Si se levanta el primer supuesto, aumentan los precios en vez del nivel de actividad. El vidriero (o algún otro individuo de la cadena), decide aumentar los precios para tomar el trabajo, desincentivando a otros clientes. De esta forma, no trabaja más, sino que solo es mejor pago. Pero el nivel de actividad no aumenta, porque su mayor ingreso es compensado por el mayor gasto de los clientes, por lo que no se ve afectado el consumo en general.

Esto ocurre porque cuando aumenta la demanda por bienes cuya producción no se puede incrementar en el corto plazo, los poseedores de dichos bienes los valoran más y comienzan a subir los precios. Esto es lo que se conoce comúnmente como un “recalentamiento” de la actividad. En todos los modelos clásicos y neoclásicos, que suponen pleno empleo (o al menos un nivel de desempleo bajo de equilibrio), un impulso artificial al gasto es enteramente absorbido por un aumento de precios. Este aumento reduce el ingreso disponible de la mayoría de la población, por lo que se consume menos y se anula el impulso inicial.

Es por eso que comúnmente se aboga por realizar lo que se conoce como política anticíclica. Es decir, cuando la economía se encuentra deprimida, un aumento del gasto público puede ayudar a recomponer el nivel de actividad. En cambio, en niveles más cercanos al pleno empleo, gran parte del efecto se traducirá en mayores precios y no en un incremento en la producción.

 

Derribando supuestos: ¿Qué sucedería si no hay un aumento del gasto total?

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Si levantamos el segundo supuesto, simplemente no sucede nada en el nivel de actividad. Pero el bienestar se reduce. Esta es seguramente la explicación más simple, pero sorprendentemente la que más escapa a las afirmaciones de sentido común. No todo aumento del gasto en un ítem particular, implica un aumento del gasto agregado en la misma magnitud. En este caso en particular, es posible que el padre del chico llegue con lo justo a fin de mes, y por tener que pagarle el arreglo al vidriero deba dejar de pagar por otros bienes, perjudicando a otros agentes que verán reducido su ingreso y por lo tanto consumirán menos, dando lugar a un efecto multiplicador inverso.

Trazando un paralelismo a nivel macroeconómico, cabe preguntarse cada vez que el estado (u otro agente) incrementa su gasto: ¿cómo lo financia? Si un aumento del gasto público es financiado con impuestos, entonces la población tendrá menos dinero para consumir. Esto puede compensar total o parcialmente el mayor gasto generado por el gobierno. En general parcialmente, dado que los privados no solamente reducirán su consumo, sino también su ahorro.

Algunos teóricos han llegado al extremo de suponer que un incremento en el gasto financiado con deuda también tiene un efecto negativo sobre el consumo privado. ¿Por qué? Porque se supone que agentes completamente racionales y calculadores se darán cuenta de que el estado está incurriendo en una deuda y por lo tanto deberá incrementar sus impuestos en un futuro para pagarla. Entonces, previendo esto “suavizan su consumo”, dejando de consumir un poco en cada período para aliviar el golpe que recibirán en ese momento. Esta teoría es conocida como equivalencia ricardiana, pero la realidad es que ha sido ampliamente refutada por las pruebas empíricas.

Cabe hacer una aclaración. En este caso, aunque el nivel de actividad se mantenga, el bienestar se reduce. ¿Por qué? Básicamente porque los recursos se usan ineficientemente. ¿Acaso el padre no hubiera preferido gastar su dinero en otra cosa? Keynes dio en su “Teoría General” un ejemplo famoso, que decía que si era necesario el gobierno debía contratar gente para cavar pozos y luego volverlos a tapar, con el solo fin de generar empleo. Claro, esto no implica que todo trabajo sea lo mismo, ¿no sería mejor para todos tenerlos haciendo algo útil? No nos olvidemos que mayor bienestar no es solo mayor actividad. Uno podría preguntarse ¿el estado gastará mi dinero mejor que yo? Hay argumentos para responder que sí y que no a esa pregunta.

 

Derribando supuestos: ¿Qué sucedería si el nuevo ingreso se deposita en el banco?

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Si levantamos el último supuesto, es decir, si el padre deposita con anterioridad su dinero en el banco, es posible que en realidad se reduzca el nivel de inversión y se afecte la producción futura. Esto sucede porque cuando los bancos tienen mucha liquidez disponible para prestar, reducen la tasa de interés de los préstamos y por lo tanto incrementan la rentabilidad de los proyectos de inversión. El resultado es una mayor inversión privada. Si el padre del niño debe retirar ahorros para enfrentar el gasto, los bancos tienen menos dinero para prestar, ajustan por tasa de interés y por lo tanto cae la inversión. Esto compensa el mayor consumo y reduce el impacto sobre la actividad.

Haciendo un paralelismo con la macroeconomía, esto es lo que se conoce como efecto crowding out. En este caso, un gobierno que debe financiarse internamente para aumentar su gasto público compite con el sector privado por estos préstamos, elevando la tasa de interés y reduciendo la inversión. De esta forma el efecto sobre la actividad agregada es menor.

De todas formas, este es el concepto más discutido. Los economistas clásicos suponían que el efecto crowding out era completo ya que todo el ahorro disponible era ahorrado en bancos (o bonos) y los bancos prestaban todo el ahorro disponible y la tasa de interés subía todo lo necesario como para que la merma en la inversión iguale al mayor gasto público. En cambio, otros economistas plantean que el sistema bancario tiene capacidad para producir dinero de la nada, dado que no suele estar prestando a su máxima capacidad. En ese caso, el aumento del gasto no necesariamente desplaza a la inversión.

 

Para concluir, ¿tiene razón el anciano?

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Los argumentos aquí expresados explican en qué casos la política fiscal es más o menos efectiva como un arma para incrementar el nivel de actividad. Justamente, gran parte de lo que nos llevó a escribir este artículo, es cierto fanatismo a favor o en contra de la política fiscal, tomada como un slogan. En Argentina, los modelos keynesianos suelen ser especialmente populares en las universidades, lo que hace creer a los alumnos menos críticos que los problemas se solucionan gastando. En cambio, en otras partes del mundo, los economistas han encontrado tantas deficiencias a esta política que directamente ni la consideran, dejando a la política monetaria como la única opción de intervención.

En todo caso, tiene que quedar en claro que -como es habitual- no existe una respuesta única, al menos desde la teoría, y debería estudiarse en detenimiento cada caso en particular. Volver un conjunto de políticas una consigna de aplicación para todo momento y lugar, sencillamente pueden generar efectos contrarios a los deseados. En definitiva, un análisis técnico será necesario para que las buenas intenciones, puedan seguir siendo buenas intenciones.

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Para saber más:

Turner (2013). “Debt, Money and Mephistopheles: How do we get out of this mess?” [Click aqui]

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